viernes, 6 de enero de 2012

EL BLOGUERO INVISIBLE - CONTINUACIÓN

Cuando el viernes 23 de diciembre descubrí en un blog que se había montado una especie de “Amigo invisible” virtual, me estuve riendo (no digo la palabra que se me viene a la cabeza porque no se puede empezar siendo grosero en horario protegido). Después accedí al sitio del que partía la idea y flipé en colorines varios al ver a un mogollón de gente apuntada y me dije: “¡Pos fale!”, y mi otro yo me respondió: “Vaya manera de hacer el canelo a tus años”.

Y me apunté. Eso si, no veas la de movidas que había que hacer primero. Que si un post diciéndolo, que si pensar en ese momento qué libro regalar y poner en el post la sinopsis del libro, que si mandar un e-mail confirmando y luego ponerte a esperar que te diesen el “visto bueno”, que si luego volver a esperar a que te mandasen otro mucho tiempo después con una dirección a la que enviar tu libro… y sentarte a esperar a que otro te mandara a ti el libro. Vamos, hablando en plata: esto sonaba muuuuu raro y yo ya estaba metido de cabeza.

Al día siguiente, cuando llegué al curro, se lo comenté a mis colegas/compañeros. Las risas con comentarios jocosos que se echaron a mi costa no os las voy a transcribir, pero me fui a mi casa, por la tarde, con un mosqueo del quince.

Cuando llegó el día fijado, me llegó un mensaje al e-mail dándome una dirección e “invitándome” a enviar mi libro. Bueno, no. ¡qué leches! No se me invitaba, se me decía tranquilamente que lo enviara y punto. Y que luego lo contase, como ese torero que se lió con una actriz americana y le faltó tiempo para salir a la calle.

Y me senté a esperar. Y cada día que pasaba me sentía peor. Mis compañeros me seguían preguntando sobre el tema. Cuando les dije que al final envié el libro, me llegaron a preguntar si no me había metido en un secta, porque ese era el principio: primero envíar un libro y a continuación las escrituras del piso.

Y me senté a esperar un día más.

Y así vi pasar varios días, esperando y esperando mientras mis compañeros se reían.

Y ayer, cuando llegué a casa, mi mujer me entregó un sobre. Grande. Voluminoso. El corazón me latía, las manos me temblaban, mientras daba la vuelta al sobre y leía que lo remitía ¡¡¡¡¡INMA CHACÓN!!!

¡No puede ser!

Abrí el sobre. Y del interior saqué su libro: Tiempo de arena. Nada de edición de bolsillo ni cosa que se le parezca. Una preciosidad que leeré próximamente y del que daré buena cuenta en este sitio.

Y cuando ya me había vuelto a reconciliar con el ser humano, va y se me ocurre ojearlo y me encuentro con una hermosa dedicatoria. ¿Os podéis imaginar la ilusión que me hizo? Nooooooooo, no podéis, es imposible. Porque nunca nadie me ha dedicado un libro (tampoco conozco a ningún escritor a esos niveles), pero del mismo modo que tengo clarísimo que el lunes cuando vuelva al curro llevaré el libro conmigo, para reirme de esa panda de cretinos que tengo como compañeros, nunca olvidaré lo que esto ha significado para mi y agradezco por ello al blog Cayena: Negro sobre blanco esta idea y a la bloguera que me lo descubrió, porque si alguien me cuenta que estas cosas pasan en internet, dudaría como lo hicieron mis colegas.